Leo por ahí que los ganaderos de ayer (Hermanos Domínguez Camacho) pegaron un petardo. No fue la novillada soñada, menos para los aficionados, pero para mí el petardo lo pegaron otros. Alguno tuvo un lote de Puerta Grande.
¿Flojitos? Algunos sí, pero en el último tercio se vinieron arriba, segundo, tercero y cuarto especialmente. Otros empujaron con los riñones y un par de ellos fueron mansos de caerse, eso sí.
El de la foto es el tercero, que, como dicen en mi pueblo, se pegó una panzá a embestir.
Juan Ortiz empezó queriendo hacer las cosas bien. Duró hasta que se echó la muleta a la izquierda. Tiene un tic horrible: siempre se ayuda con la espada, es que no lo puede evitar.
Para matar al cuarto se tiró entre los pitones, recto como una vela. Si eso vale para darse una vuelto al ruedo, pues bueno. Si no, el paseo que se pegó fue lo que se viene llamando una vuelta al ruedo por su cuenta.
¿Por qué no habrá sacado el fotógrafo los ojos del torero en la foto de la estocada? ¿Será porque la foto tiene alguna segunda lectura o quiere realzar de esta forma el gesto de la boca? Pues no, es que estaba encuadrando muy corto y se me fue del encuadre. Petardo, esta vez sí, para el retratista. ¿Pero a que si la llego a pillar bien habría sido un fotón?
Fernando del Toro era mi apuesta de la tarde. Me gustó el año pasado y me había extrañado no volver a verlo por Las Ventas. Se confirma mi sensacional ojo.
El mejor toreo lo hizo Juan Luis Rodríguez, que pegó unas docenas de naturales bastante buenos al tercero.
Mató a la última y los naturales se fueron diluyendo. Para cuando llegara al hotel ya poco debía de quedar de ellos. El apoderado y él especulaban ya con el juego de la novillada de la final del ciclo. Van a tener que esperar.
La foto está tratada según el famoso método "destrozalamientrastequedenfuerzas". A veces funciona. Y a veces no.
