Un señor francés llamado Jean Luc Couturier compró la ganadería de Concha y Sierra al su anterior dueño, José Luis García Palacios (que creo que llevaba la ganadería con más gente de la familia). El francés resulta que anteriormente ya había comprado lo que quedaba de una legendaria ganadería del verano venteño cuando en Las Ventas en verano se daban corridas de toros: Cura de Valverde.
Jean Luc Couturier, nuevo dueño de Concha y Sierra, ganadería condenada al matadero
Definitivamente, este señor francés es un romántico. O un loco.
Ayer en Las Ventas todavía hizo las funciones de ganadero
José Luis García Palacios, un hombre que te da la mano de verdad y sonríe con franqueza. Si cuando terminara la corrida la ganadería ya estaba plenamente en manos del señor Coutirier, este debió de llevarse un buen disgusto al leer como un reconocido cronista de esta cosa taurina le había mandado la ganadería al matadero. Esperemos que el buen hombre resista a la tentación y persista en su empeño. Aunque sea por su satisfacción personal y por los cuatro trogloditas, marginales, radicales a los que le gusta que, de tarde en tarde, se anuncien otras cosas distintas de las de todos los días.
Novillos de Concha y Sierra
Esto de Concha y Sierra se ha lidiado en Madrid gracias a este Ciclo de los Encastes (me gusta omitir lo de minoritarios). El ciclo en cuestión tampoco gusta nada al crítico incinerador. A mí me encanta. Con muchos matices, pero me encanta. De hecho, me gusta tanto que ojalá se extendiera de junio a septiembre, tres meses completos dedicados a criadores alternativos. O a ramas periféricas de los mayoritarios.
Galancito de Concha y Sierra
Que no, que no es domecqfobia, es necesidad de saber que hay alternativas, que el espectáculo es rico, variado y diverso. Diría más culto, pero me suena pedante, así que me lo guardo.
Todos, creo, disfrutamos de los grandes toros de sangre Domecq (todavía no he puesto monoenc…) pero no nos importa disfrutar de otras cosas. Lo Domecq, y afines, domina por goleada en las grandes corridas de la temporada. Natural, lo hacen de forma aplastante en el número de reses lidiadas. Eso comporta también que el mismo amplio dominio se dé en las corridas malas, soporíferas, horrendas. Pero esas las cantamos menos. Según quienes, claro.
Magnífico natural de Fran Gómez a un novillo de Concha y Sierra. ¡Se puede!
Se dice con frecuencia que esto de los encastes es un invento fatal porque además de lo malos que son los toros de esos reductos arquelógicos se ponen, pobres, toreros con poca experiencia a lidiarlos. Y en esto último estoy casi de acuerdo porque es malo para las criaturas, que se estrellan, y para los criadores, que no pueden ver de verdad sus toros.
A la novillada de Prieto de la Cal del domingo pasado le pones enfrente tres figuras del toreo, de esos que todo lo pueden, que dominan con poder y suficiencia, tanta que a veces hasta se inventan los toros, y le cortan un carro de orejas. No tengo ninguna duda.
Preciosos novillos de Prieto de la Cal
Lo mismo al primero de ayer, con el que Fran Gómez estuvo bastante bien. Y quién sabe si alguno más que desarrolló muchas complicaciones, pero que en manos de muleteros poderosos, casi magos, vaya usted a saber qué habría pasado.
Las figuras deberían poder repetir estas escenas con una variedad mucho más amplia de encastes
Me gustan los encastes raros, los toros bravos de Domecq o de la madre que los traiga al mundo, me da exactamente igual. Pero me gustaría que todo el mundo los tratara a todos con justicia. Y que si yo después de la enésima corrida noblona, colaboradora hasta la extenuación y carente de fuerzas, no mando a la incineradora a cualquiera de las ganaderías punteras, se tenga la misma clemencia con, por ejemplo, la de Concha y Sierra de ayer. Debía de ser su primera corrida en plaza de primera, en un ruedo tan exigente como el de Las Ventas (eso dicen siempre), y encima toreada por (inocentes) manos inexpertas. En Cuenca con “El Juli”, Talavante y Morante querría haberla visto yo dentro de un año, a ver si de verdad era tan mala o los chicos que todo lo pueden se habrían hecho con ella. Que puede que, efectivamente, fuera un mierda; pero por probar, de vez en cuando al menos, nada se pierde. De hecho, igual dejábamos de perder encastes, variedad, diversidad, cultura. Todas esas cosas con las que tanto se nos llena la boca.
Disculpen ustedes el calentón.