Mis fotógrafos favoritos (III): José Ramón Lozano

Querida media docena de lectores, os presento a otro artista de la cámara en esto de retratar la cosa taurina: José Ramón Lozano.

José Ramón quiso ser torero (luego veremos las pruebas del delito) y se entretuvo durante unos años en mojarle la oreja a los que ahora son “figurones” del toreo. La mala suerte, un pinchazo en el momento menos oportuno y los taurineos que hacen que sin padrinos o apellido ilustre no veas un pitón lo retiraron de los ruedos para llevarlo al callejón. Feliz acontecimiento, según por donde se mire.

Es un loco de la fotografía, de los ajustes infinitesimales, de la calidad del color y la nitidez. No conozco ningún fotógrafo dedicado a los toros con mayor ansia en la búsqueda de la perfección técnica. El tío le pone, además, gusto y sensibilidad. Así le pasa, que le salen unos fotones extraordinarios cada vez que coge la cámara.

Tiene una cara oculta. Y es que dicen sus enemigos (o sus amigos con mala leche) que ahora le ha dado por hacer portadas para la revista Zero con toreros. Total, porque los ha sacado de la arena, los ha puesto de Armani y se los ha llevado a hacer otra cosa que no sea pegar naturales. A mí me gusta su empeño, aunque reconozco que esa foto de Manzanares…

Para que quede claro que de vez en cuando se pasa por la plaza, también os dejo este soberbio muletazo de Castella.

La foto de esta larga llena de embrujo no es de José Ramón por el simple hecho de que quien agarra el capote con indudable elegancia es él mismo. A pesar de sus muchas cualidades, dudo que le diera tiempo a hacer las dos cosas a la vez.

Termino esta presentación con una foto del José Ramón actual que, como se aprecia, sí es capaz de hacer dos cosas a la vez. Queda claro, pues, que con los años ha ganado mucho.