Espejito, espejito

Curro Díaz se sabe de los más bellos del lugar. El espejito, la afición, así se lo ha hecho saber en muchas ocasiones y lo sigue esperando más como al príncipe azul que como a la madrastra de Blancanieves, usufructuaria de todos los espejos mágicos del planeta.

Resulta que ahora el espejito no le devuelve los piropos de rigor sino que le dice cosas que a Curro no le gustan. Curro, desconcertado, cuando termina sus faenas, en lugar de pensar en lo que ha pasado, manda a paseo al espejo con un poco de mal genio y asegura que no lo entiende, que él hace lo mismo de siempre. Y no, Curro, no.

 
Entre sus huestes alguno funciona como un espejo averiado y le jalea los muletazos y las diatribas. Otros intentan que comprenda por qué el espejo de su plaza ya no funciona como antes, por qué le dice que así no. Que eso que hizo ayer no es lo que se espera de él, que retorcido y lejos del toro no va a volver a ganarse a una afición que lo sigue esperando cada tarde desde que a aquel torazo de Cuadri ¿en 2003? le pegara una docena, o tal vez sólo media, de los muletazos más bellos que se recuerdan.

Lo que sí que está haciendo Curro es matar a los toros como un cañón, tirándose derecho y arriba. Y eso tiene mucho mérito.

Yo lo espero con mucha ilusión para el 6 de junio. No me puedo permitir perder la ilusión por otro torero más. No me quedan muchos.