1. Antonio Nazaré. "¿Qué tendrá esto que nunca te acostumbras?", se preguntaba un día de estos un banderillero en el túnel de cuadrillas, a punto de iniciarse el paseíllo. Qué tendrá que por más veces que vengan se les seca la boca, como a Nazaré en alguna de las imágenes. La respuesta me la dio no hace mucho otro banderillero: "Tiene que las caras aquí son de verdad, que sabes que te la vas a jugar. Que si vas a hacer fotos a otros sitios no te encuentras lo mismo que aquí". También su ilusión. Las ganas de que todo vaya bien. El triunfo para subir un peldaño, para acostarse esa noche sintiéndose el tío más feliz del mundo. La dureza del camino para llegar a ese triunfo. El toro en puntas, con poder y trapío; 23.000 personas, algo menos ahora, dispuestas a juzgar con lupa cada acción. A sacar escuadra y cartabón para medir la colocación a la hora de citar al toro, lo mismo da que sea un carretón que un mal bicho asesino. Igual pensaba en todo eso Nazaré. O igual en las docenas de fotógrafos que le estábamos haciendo, todos, la misma foto.
Seguro que lo que no pasaba por su cabeza fue todo lo que ocurrió después. A simple vista su parte médico parece el más leve de todos. Pero ojo con las lesiones de ligamentos. Ya tiene experiencia. Puede estar muchos meses fuera. Ojalá no.
2. David Mora. No puedo imaginar qué piensa alguien que recorre el camino que está haciendo David en la foto. Qué personas o situaciones pasaran por su cabeza cuando se echa de rodillas frente a la puerta de los chiqueros. El terror, sometido por el valor, cuando sale el toro, se para y mira al torero. El dolor brutal del choque, del pitón entrando en el muslo, arrancando la vena, dejando un charco en la arena. Espero que se recupere. Que se tome el tiempo necesario y que vuelva a salir por la Puerta Grande, la que buscó desde el primer segundo en la puerta de chiqueros.
Dice el doctor García Padrós que la cornada ha puesto en peligro su vida. Todos los toreros lo hacen en cuanto pisan la arena. La cornada no es más que la constatación brutal del hecho que da la gloria a los toreros, enfrentarse a la muerte. Y burlarla. Ese es el sentido de la fiesta de los toros. Lo demás son milongas.
3. Jiménez Fortes. A mí esta foto me habla de responsabilidad. Jiménez Fortes llevaba en ese momento dos cogidas, todavía no habíamos visto que de la segunda ya salió con una cornada, pero él, sin duda, ya la estaba sintiendo. Desorientado, dolorido, asustado, se apoya en su mano izquierda para intentar levantarse del suelo. A esas alturas ya estaba como único matador en el ruedo. Todo dependía de él y apoyado en esa débil mano izquierda pone toda la fuerza que le queda en levantarse para continuar. Para terminar la lidia del segundo. Y luego la del tercero. Y la del cuarto, el quinto y el sexto.
No pudo ser. Entrando a matar a ese segundo sufrió la tercera cogida y la segunda cornada. Con el vestido destrozado y mucho dolor en el cuerpo cruzó el ruedo y llegó andando al burladero de los matadores, de donde sin una ovación se fue por su propio pie a la enfermería.
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3 comentarios:
Por una vez y sin que sirva de precedente me ha gustado mas el texto que las fotos. No puedo imaginar lo que se debe sentir en una tarde como la de ayer... viéndolo en el plus me quedé helado, así que en la plaza....
Bastante angustia, la verdad. Todavía dura.
A mi una de las cosas que me pareció más triste de la tarde fue la ovación que se le dio al toro en el arrastre y el poco cariño que se le demostró a Jimenez Fortes en su camino hacia la enfermería. Yo, sin embargo traté de transmitirle mi cariño con mis aplausos.
La foto de Jimenez Fortes es terrible.
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