El ciclón de José Tomás vino a arrasarlo todo por segunda vez a Las Ventas. Lo consiguió, pero de la tauromaquía del 5 de junio a la de esta tarde, aparte de 10 días y una oreja, hay un saco de diferencias.
La corrida empezó como se esperaba y casi como debía. Se le sacó a saludar porque en su anterior visita nos dio (a mí, por lo menos) una muy buena tarde de toros. (Sí, mucho mejor con su segundo)
Y terminó, como hace diez días, con un extraordinario triunfo (por lo poco usual), pero conseguido por una vía que no va conmigo. En este artículo no hay fotos de pases, porque no dio ni uno (por no exagerar, lo dejaré en que dio pocos, recuerdo una tanda con la derecha). Adiós al toreo limpio y largo del día 5, que se trocó en arrimón sin sentido, enganchones continuos
y cornadas anunciadas, impropias de un matador consciente. Yo no lo entiendo.
Le reconozco, faltaría más, valores superiores al resto de los matadores. Con una cornada seria no hizo un aspaviento (recordemos el esguince de mi admirado Cid para posibles comparaciones) y tiene un valor sobrenatural. Pero, ¡leche!, ¿qué sería de este chico si matara la de Miura, Palha, Victorino o cualquier otra ganadería de ese corte?

Hoy no me ha gustado. Nada. No me interesa esa tauromaquia. Todos sabemos que cuando alguien lleva un tiempo viendo toros y ha presenciado unas pocas cogidas, no es que se vuelva insensible, pero sí interioriza que la sangre es parte de esto. Hoy he sufrido bastante con este tío, como hacía mucho que no sufría y creo que sin necesidad. Las cogidas se presentían, eran evidentes, y él se quedaba ahí parado, impertérrito, ante la posibilidad cierta de la cornada. Habrá a quien le guste, supongo que la prueba son esas tres orejas. A mí no. Hace díez días sí me gustó. Se confirma, pues, que soy un agente doble, lo mismo que este chico es un torero doble, o dos toreros en uno. Será parte de su grandeza, pero a la cara de hoy no le pillo el truco, no.
Capítulo aparte para los fans: insoportables. Dan palmas de tango cuando el toro es manso y se presume que no va a "servir" para la celebración del mito, exigen silencio cuando el mito pone un pie en la arena y se beben los minis cuando los otros dos de la terna ("¿Cómo dices que se llamaban?") se juegan la vida igual (pero con más reflejos) que el mito. Un bochorno, la verdad.