La goyesca (I)

La cosa empezó mal, con un alguacil por los suelos justo antes de que se iniciara el paseíllo.

Luego salió a "torear" a un animalito mutilado el rejoneador Javier San José.

Y menos mal que estaba mutilado...

La tarde se le fue poniendo cuesta arriba al caballero goyesco.

Hasta que la persecución llegó a su fin. Por suerte, a falta del estudio radiológico, al rejoneador no le pasó nada grave. Se llevó, eso sí, una buena paliza. Para entonces, habían sonado dos avisos.

Pues al final al toro hubo de matarlo uno de los auxiliadores que, supongo, no debe de tener ya mucha costumbre de coger espada y muleta. ¿Sonó el tercer aviso? Pues sonó, muy bajito y mucho más tarde de dos minutos después que el segundo. ¿Por qué? No lo sé, pero el auxiliador, bien por él, pasó un calvario completamente innecesario. Menos mal que no ocurrió nada más.

¿Y el director de lidia y los toreros de a pie, mucho más habituados a estas situaciones? Pues salvo honrosas excepciones, a su bola, con Abellán haciendo gestos ostensibles de que la cosa no iba con él sino con un supuesto sobresaliente para el rejoneador que no había sido contratado. Menos mal que no ocurrió nada más.

A todo esto, con el rollo del caballito, se pasó casi ¡una hora! Más que a Goya, el inicio recordó un poquito a Valle-Inclán. Apuesto a que el año que viene no habrá rejoneador por delante.